martes, 20 de febrero de 2018

Carta al insomnio copero


Volvemos a encontrarnos. El mismo día, en el mismo lugar y a la misma hora. No es que hayamos pasado mucho tiempo sin vernos, pero ambos sabíamos que la cita de la semana pasada iba a tener una segunda parte mucho más significativa para ambas partes. Y seamos sinceros: si hace exactos siete días la ansiedad era la protagonista de nuestro encuentro nocturno, el nerviosismo será el actor estelar de esta interminable velada.

Aunque no peguemos un ojo en toda la noche casi sin poder despegar la mirada de las agujas del reloj (esperando que por fin sean las 21:45 hs), y nos tengamos que distraer con lo primero que se nos venga a la mente, créanme que es imposible. Aunque simulemos un estado de tranquilidad viendo alguna serie repetida en Netflix, desempolvando y leyendo algún libro olvidado en la biblioteca o entrando a Twitter para comprobar si somos los únicos con dicho problema o también hay otros en igualdad de condiciones, no tiene caso: estamos condenados. Será otra larga noche sin poder dormir. ¿Y saben algo? ¡Es hermoso volver a esto!

Recuerdo haber pasado muchas noches como estas, pero lastimosamente, las de los últimos años no venían siendo tan felices como si lo fueron las últimas. Hasta te diría que una muy dolorosa de junio ya se me está borrando de la memoria. O quizás estas también sirvan como borrador para dejarlas bien en el olvido. ¿Cómo voy a poder dormir tranquilo si con un esfuerzo más volvemos a ser el equipo más reconocido de América? El más vigente y con más títulos (verídicos y comprobables) en la historia. No, macho. Dormí vos. Yo me podría quedar toda la noche escribiéndole a este hermoso insomnio copero que, ojalá, se quede para siempre.

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