jueves, 7 de diciembre de 2017

A buscar lo que es nuestro


Nuestra infancia independentista se revistió de hazañas y proezas que nos han contado padres, madres, hermanos, tíos y abuelos. Que Independiente fue el primer campeón de América, que en el Nacional 77', salió campeón con 8 jugadores y con todo el mundo en contra, que somos el único equipo con siete Libertadores y, encima, cuatro fueron de manera consecutiva, son solo algunas frases que resumen a grandes rasgos historias que nos han contado durante toda nuestra niñez. Ni hablar de recuerdos contra el clásico rival: la anécdota de 1983 campeonando en la cara de un Racing descendido es difícil de superar; aunque recientemente se hayan sumado otras como la de jugar con suplentes, juveniles, el tercer arquero y así ganar de todos modos en su cancha. En fin...

Hay una de esas historias que papá me contó de chico y siempre soñé vivir en carne propia. Es una de esas epopeyas que solo podrían conseguir los equipos grandes y coperos. Una que quedará escrita en el recuerdo del fútbol mundial por siempre y para siempre. Ni Argentina, ni Boca, ni River, ni ningún otro. Independiente, el único equipo argentino que salió campeón en el Maracaná, con 120.000 brazucas en contra, gritando por Flamengo y apretando bien los dientes. Aquellos que estuvieron presentes en ese partido de vuelta de la Supercopa 1995, donde el equipo del Zurdo López había ganado 2-0 en la ida, juran que fueron dos horas seguidas de escuchar un ensordecedor grito que exclamaba "Meeeeengo, Meeeengo". Así y todo, el Rojo campeonó -perdió 1-0 pero le sobró lo hecho en la ida- e hizo historia. Y a pesar de habernos bancado tanta malaria que no se puede borrar en los últimos años, esta es la parte linda del cuento: esta historia también estará escrita ahí para siempre, en nuestras mejores páginas doradas.

22 años después, y a siete de la última hazaña copera, nos podemos dar el lujo de soñar. Flamengo es un equipo muy complicado, que juega ese vistoso fútbol brasileño y que salió a matar en la ida. Pero nosotros tenemos lo nuestro y por eso, aunque mínima, vamos a Río de Janeiro con una ventaja. Hay que hacerla valer.

Hace 14 días que los hincha de Independiente no pueden dormir, no pueden trabajar, no pueden comer, respirar, ir al colegio o lo que fuese, sin pensar en otra cosa que en aquel Maracanazo. Hace días que no podemos poner el foco en otra cosa que no sea Independiente. No podemos, por más que lo intentemos. Y estamos todos igual. Ningún hincha deja de pensar en esa historia que papá, mamá, el abuelo, el tío o algún mayor nos contó alguna vez: Independiente fue campeón en el Maracaná y ante Flamengo. Estos tipos nos recordaron cómo era soñar con hacer historia. Nos hicieron creer que nada estaba perdido cuando sorteamos o revertimos cada serie de esta copa. Nos hicieron recordar aquellas historias que nos contaron durante toda la vida, pero que, gracias a Dios y al Diablo, hoy podemos vivirlas. Pase lo que pase, gane quien gane, salga como salga: Gracias, Independiente. Gracias por devolvernos la ilusión. Vamos a Río de Janerio buscar lo que es nuestro.

Dedicado a mi amigo Gonzalo Jérez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario