sábado, 14 de junio de 2014

Resucitar no es para cualquiera


Los expertos del fútbol juran y perjuran que, por sí solos, los contextos no pueden cambiar el destino o la suerte de un equipo. En realidad, los que salen a la cancha son once muchachos que ganan dinero por jugar este hermoso deporte -o hacerlo de la mejor manera posible-. Ellos son los jueces de tu sufrimiento y tu alegría. Ellos tienen el poder para cambiar el destino. Ellos, los que suelen sentirse estrellas, son los dueños de tu estado de ánimo durante el resto del día, la semana o el año. Ellos, en conjunto con el DT, son los que deberían aislarse de ese bendito contexto que puede influir -pero no definir- los resultados deportivos que te arruinen la vida. Como este maldito año.

Independiente volvió a primera. Y es difícil explicar la sensación interna luego de escuchar el silbato de Ceballos. Se terminó un período de agonía y tristeza eterna. Un lapso de luchar contra muchísimos agentes externos que intentaron tirar de los pies de un gigante que escalaba una montaña cuya cima siempre le fue inalcanzable. Se acabaron los llantos a cualquier hora del día -y de la noche-. Finalizaron los sábados, domingos y lunes en los que el resultado de los partidos de Crucero del Norte,  Atlético Tucumán, Huracán y demás podían llegar a matarnos. Se acabaron los Douglas Haig, los Brown de Adrogué, los Gimnasia de Jujuy y los Villa San Carlos. No se terminaron los problemas, es cierto. Si arañar un tercer ascenso con un desempate en el final del torneo no es preocupante, llamémonos a silencio.

Pero es hora de dejar todo eso atrás. De preocuparse por lo que viene. De pensar en lo mal que se hicieron las cosas para llegar hasta esto. De retocar lo malo del primer semestre del 2014 -Independiente fue uno de los peores estadísticamente hablando- y volver a subirse a la ilusión de pelear un torneo, pero en primera. De comenzar de cero para volver a ser Independiente. Bah, comenzar de cero. La gloria es eterna, dice la frase popular. No hay que volver a empezar. Hay que recuperar la memoria, Rojo. Y volver a ser el imbatible equipo de los años 70.

En esa otra lucha de recuperar los valores, habrá que barajar y dar de nuevo. A Independiente ya le pegaron mucho, pero no parece haber tirado la toalla. Cayó hasta el fondo, pero se lo ve con ganas de resurgir. Con ansias de demostrarle a los conspiradores que inventaron falacias acerca de que se había pagado por permanecer en primera, se subiría por decreto, se sobornó a Instituto o se robó ante Huracán, que Independiente no necesitó nunca de eso para adquirir alegrías. Y si bien un tercer puesto no debería ser motivo de festejo, déjeme decirle, querido lector, que en esta ocasión haremos una excepción. Que no hay necesidad de ir a la sede a festejar un ascenso, pero hay libre albedrío para quitarse la mochila mas pesada de la historia y celebrar de la manera que cada uno lo considere.

No me olvido de los JC, por ellos terminamos así. Pero no merecen tan siquiera ser citados en un escrito que quiere emanar el desahogo más grande de la historia. Fue sufrir, luchas, perder, volver a sufrir, seguir perdiendo y renacer. Más que un parto, una resurrección.

Cuentan los bíblicos que a Jesús lo traicionaron de su entorno, lo mataron y en tres días volvió a la vida. Que aún humillado y crucificado, no le guardó rencor a nadie y los perdonó a todos. Al Rojo también lo mataron, pero le costó 361 días -ni siquiera un año de culo sano tuviste, Racing- volver al lugar que nunca debió haber perdido. A diferencia de Jesús, espero que Independiente recuerde, sea rencoroso y se cobre todas las que le hicieron los oportunistas. Estamos en primera. Acordate, no todos pueden resucitar. Los grandes, sí.

1 comentario:

  1. Hola! Estoy esperando nuevas entradas, estas escribiendo en otro lado? Saludos. Roberto

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