jueves, 14 de mayo de 2015

La mitad mas humo


Vergüenza. Esa palabra, por sí sola, podría resumir el sentimiento de las millones de almas que se encuentran en cualquier lugar del mundo mirando este Superclásico. El fútbol argentino está inmerso en una sociedad que no sabe ni siquiera a lo que apunta. Mientras los jugadores de River lloran por el gas pimienta que acaban de inhalar, la Bombonera grita: "Ohh, River no se va". Y pasea un drone con el fantasma de la B. Y celebra que los de Gallardo tiemblen. Y los hinchas se sienten orgullosos. Y lo peor de todo: Creen que está bien.

Desde su casa, porque conseguir alguna entrada para el enigmático partido se ha vuelto imposible -o salía más de $20.000-, algún Bostero aislado siente vergüenza también. O varios, ¿quién sabe? Quizás saben que lo que están viendo por televisión o internet está mal. Sienten que su equipo se va a ver perjudicado por una acción ajena a sus jugadores-pero no a la nefasta y cómplice dirigencia que maneja al club-. Piensan que todo esto es injusto, por lo menos para ellos, que están ahí, frente al televisor.

También en otra parte, porque los muchachos de River deben verlo desde casa -en este país de primer mundo vivimos-, los hinchas Millonarios sienten vergüenza. Y ven que sus jugadores sufren algo que nunca debió haber pasado. Miran la tele y no comprenden como los once de Boca se preparan para jugar el segundo tiempo. El hincha de River quiere jugar el complemento y ganar la serie, de eso no hay dudas. Pero sus jugadores siguen con los ojos irritados, sin recibir demasiadas explicaciones.

Pasó una hora y algo más. Y River sigue ahí. La manga por la que salieron ya no está. La gente Xeneize sigue arengando a la violencia. El partido ya se suspendió, pero River no se va. Está pasando lo que los cuatro o cinco cráneos que hicieron que el partido se suspenda, pase: River no se va.

Pasada la hora y media en la que el Millonario salió a jugar el resto del partido, nosotros, los futboleros, también sentimos vergüenza. Y la sentimos a diario: Nadie cuidó a los jugadores de River -de paso, feliz día del futbolista argento- y nadie, ya pasando al plano social, nos cuida a nosotros. ¿O acaso la Policía no permite el ingreso de perfumes, lapiceras, encendedores y hasta caramelos a los estadios, pero te deja entrar un gas pimienta como si nada? ¿O tal vez nadie vio al muchacho que estaba laburando durante quince minutos para romper el material que separaba a la manga de la visita de la primera bandeja de la popular local? Disculpame, pero quién mierda te dejó entrar un soldador -o lo que fuese-. Basta de cómplices.

El país se está yendo al carajo desde hace rato. Pero, en el fútbol, la cosa ya no parece no tener retorno. 






No hay comentarios:

Publicar un comentario