domingo, 4 de mayo de 2014

¿Y ahora?


Decir que Independiente dejó pasar otro tren es hacer demagogia. Es decir, parece ser una historia que no tiene fin. O que tiene un final muy triste. O que tiene un desarrollo y un final muy triste. O que la historia es enteramente triste. Es que, mientras sus rivales pierden, empatan, se regalan y dejan pasar chances, el Rojo no puede con su karma. Se hizo fanático de perder. Le encanta, parece disfrutarlo. De movida, sale a jugar sin ganas. No da la sensación de que salga a buscar los partidos, mucho menos jugando de visitante. Cuando se pone en ventaja -Dios mediante-, no cierra los triunfos y sufre en demasía.

Ver un partido de Independiente es como abrir la Caja de Pandora. No sabés con qué mierda te vas a encontrar una vez que el árbitro pite. De lo que si tenés la certeza siempre, es de que vas a ver a once tipos -y a los tres que entran- arrastrarse por un rectángulo y jugar con tu felicidad. Y aunque sea demagógico, hay que decirlo: Independiente dejó pasar una chance inmejorable de volver a ponerse a tiro del ascenso. Bah, de ubicarse en los puestos de ascenso y depender de sí para volver a Primera. Suena ilógico, pero despilfarró la oportunidad por una distracción amateur: Cristian Tula se acomodaba las medias mientras Matías Quiroga marcó el único gol del partido elevándose solo en el área de Diego Rodríguez.

Si el fútbol fuera netamente meritorio, Independiente merecería estar peleando por no descender a la B Metropolitana y no por ascender. Juega horrible, da miedo verlo jugar, llámelo como quiera. Es un ente futbolero. Es penoso que un club con tanta historia haya terminado así. El 2013 lo sentencia, pero el 2014 lo condena. 

Y Omar De Felippe, el hombre que alguna vez fue considerado por este escritor como el artífice de la levantada de un paupérrimo plantel, ya perdió la brújula. Parece estar más extraviado que Miguel Brindisi, su antecesor. Estadísticamente hablando, su 2014 es pésimo. No podría ser peor. Para colmo, hace cambios inentendibles, como utilizar a Leonel Miranda en lugar de Federico Insúa. O esperar hasta los 30 ST para comenzar a mover las fichas.

Algunos dicen que ascender no es un mérito, sino una obligación. Yo digo que con este plantel, ascender sería un milagro. No hay mérito. No hay poder ofensivo. No hay gol. No hay nada. Solo hay malas y malas. Palo y palo. Alguna vez se coqueteó con la posibilidad de ascender "a los tumbos". Hoy ya ni eso. Hasta la semana que viene.

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